Variantes Asimétricas

Se trata de una manera distinta de considerar hoy quienes somos y quienes nos rodean en estos tiempos de aislamiento y cataclismo que nos condicionan. Se trata de entender que no somos una exclusividad, sino que estamos caracterizados por nuestras relaciones, por nuestra diversidad; una concientización de nuestros enlaces y vínculos con nuestra comunidad y con el mundo. Se trata de la necesidad de situarnos para entender la cultura y el arte como relación. No necesariamente una relación física, directa, sino de entendimiento, desacuerdos e intercambios, sean en el tiempo o en el espacio, en vivo o virtualmente. Nadie existe ni se cierra sobre sí mismo.
Somos un proceso de transformación continua, una industria de signos y lenguajes donde todos nos multiplicamos y nos combinamos, pero también nos singularizamos. Porque las culturas y las lenguas son materiales expresivos que nos permiten crear, desarrollar y establecer nuestra propia trayectoria, nuestra singularidad existencial. En sus transformaciones y pliegues, en sus variantes y en sus asimetrías, las culturas y las lenguas urden las revueltas y las fugas de las singularidades contra la unicidad. Nadie tiene una raíz única, inmutable y pura. Las realidades del mundo, las culturas y las lenguas que compartimos se componen de encuentros y desencuentros, armonías y desarmonías,interferencias y enfrentamientos, imposiciones y apropiaciones, adaptaciones e injertos, sutilezas y engaños…, sin límites.

El grupo de artistas que aquí reunimos procede de diferentes orígenes y acumula historias diferentes. Como todos nosotros, son singularidades. Como todos nosotros, son fragmentos. Fragmentos de algo que nunca puede llegar a ser unicidad ni totalidad. En realidad, la agrupación es, en cierta medida, arbitraria. Y, sin embargo, todos se mueven entre realidades y abstracciones, en un espacio tal vez intermedio que solo se refleja en nuestro pensamiento. Todos indagan entre ideas y formas, entre lo posible y lo imposible. Podemos rastrear relaciones fortuitas, traducciones inesperadas, variaciones de procesos y formulaciones en las obras de G.T. Pellizzi y de Peter Klare o Marita Fraser, entre Mark Dagley y James E. Leary, entre Pepo Salazar y Lilly Lulay. Y de una forma u otra, todos podrían desembocar entre las elucubraciones fragmentarias y las narrativas y apropiaciones alucinadas de Ellen Cantor. Todos comparten inquietudes e intereses paralelos, pero asimétricos. Todos se cruzan y entrecruzan, se encuentran y desencuentran.

Esa es la naturaleza del arte de nuestro tiempo; siempre en transición, siempre inestable y siempre fragmentaria, como si ya no se propusiera llegar a ser, sino ser, finalmente, en la infinidad, en la multiplicidad y en las relaciones en las que se expresa, en una proliferación que ya no puede ser dominada ni numerada. Como la transición, el impasse en el que vivimos: una manera (im)posible para domar el azar, el desorden, la turbulencia…

Texto: Octavio Zaya

Imágenes cedidas por la Galería Leyendecker