Begoña Ibarrola revela los secretos para criar niños emocionalmente inteligentes
Sumérgete en el mundo de la inteligencia emocional con Begoña Ibarrola, la renombrada psicóloga y autora, quien comparte sus conocimientos y estrategias para cultivar la salud mental desde la infancia. Descubre cómo su curso en la Fundación MAPFRE Canarias puede ser la clave para empoderar a padres y educadores en la crianza de una generación emocionalmente equilibrada.
– Cuéntanos un poco sobre ti y tu trayectoria profesional
Nací en Bilbao y desde pequeña me encantaba leer y escribir poemas y relatos. Siempre tuve claro que quería estudiar Psicología y ese fue el motivo de mi traslado a Madrid, donde me licencié en 1977 en la Universidad Complutense de Madrid y en donde sigo viviendo.
He trabajado como Psicóloga 20 años con niños y adolescentes con problemas de conducta y discapacidad, en diferentes Centros de la Comunidad de Madrid. Mi actividad como terapeuta me llevó a escribir relatos que ayudaran a los niños a conocerse mejor y a manejar sus emociones. Nunca pensé que fueran a ser publicados pero la fortuna quiso que, en el año 2001, una editora de SM escuchara uno de mis cuentos en una conferencia, y le gustó mucho. Después leyó otros cuentos que tenía escritos y me ofreció publicarlos.
En la actualidad seis editoriales publican mis cuentos y novelas. Tengo más de 280 cuentos publicados y tres libros para adultos, y sigo escribiendo. Algunos de mis libros están traducidos a diez idiomas: euskera, catalán, gallego, portugués, francés, italiano, polaco, tailandés, coreano y chino.
Desde 1996 estoy en excedencia para dedicarme exclusivamente a escribir, investigar e impartir cursos y conferencias sobre Musicoterapia, Inteligencia Emocional, Neuroeducación y Gestión de emociones, en centros educativos, organizaciones y empresas.
– ¿Por qué recomiendas el curso que impartirás en la Fundación?
Porque en estos momentos toda persona que trabaje con colectivos de niños o adolescentes debe saber que su salud mental es algo a cuidar y a proteger, debido al aumento de problemas en este ámbito. Para saber cómo prevenir este tipo de problemas, cómo detectar las señales de alerta y sobre todo cómo desarrollar estrategias que promocionen el bienestar, hay que recibir formación, tener claros algunos conceptos y conocer diferentes tipos de recursos. Este curso ofrece recursos y estrategias fáciles de aplicar en diferentes entornos que han demostrado su utilidad en la mejora del bienestar infantil y juvenil, actuando como elementos de prevención, como la resiliencia, las competencias emocionales, el aprendizaje de la felicidad, etc.
– ¿Cómo definirías la inteligencia emocional y por qué crees que es importante para el desarrollo de los niños y adolescentes?
La IE es la capacidad de los individuos para reconocer sus propias emociones y las de los demás, discernir entre diferentes sentimientos y etiquetarlos apropiadamente, utilizar la información emocional para guiar el pensamiento y la conducta, y administrar o ajustar las emociones para adaptarse al ambiente o conseguir objetivos.
Desarrollar la IE es importante porque es importante educar las emociones. La educación emocional es un proceso educativo que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo. Ello implica el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello pretende aumentar el bienestar personal y social. Para ello se propone desarrollar diferentes competencias emocionales como la conciencia emocional, autonomía emocional, regulación emocional, competencia social y competencias de vida y bienestar.
Las emociones juegan un papel importante en la determinación de conductas futuras, y sus trastornos pueden dar lugar a graves alteraciones del comportamiento de carácter patológico y a un aumento del malestar personal. El grado en que los trastornos emocionales puedan interferir en la vida mental y en la conducta de niños y adolescentes no es nada nuevo para el profesorado y las familias. Por eso, si hablamos de mejora de la salud mental no podemos olvidar que estas competencias emocionales han mostrado su eficacia como elementos de prevención de problemas y mejora del bienestar emocional.
– Recomienda 5 estrategias o recursos para fomentar la inteligencia emocional en el entorno familiar y escolar.
Hay muchas estrategias diferentes según tengamos en cuenta una u otra competencia emocional, pero a modo de resumen sugiero las siguientes:
1º Conocer todo el espectro de emociones, ya que cada una tiene una función para la adaptación de la persona y para dar significado a sus conductas. Conocer también los detonantes de las emociones, así como sus formas de expresión, verbal y no verbal.
2o Aprender a gestionar y regular las emociones, ya que implica poder bajar su intensidad, disminuir su duración o cambiar un estado emocional por otro que provoca un mayor bienestar.
3º Desarrollar una buena autoestima y auto confianza para no generar dependencia emocional a la vez que se desarrolla una visión positiva de la vida.
4º Conocer el mundo emocional de los demás implica ser empático. La empatía es una habilidad social muy importante para la convivencia ya que previene conductas violentas y mejora el bienestar en las relaciones.
5º Aprender a comunicarse de forma asertiva, poniendo límites a los demás en base al autorrespeto. Aprender a decir “no” es prevención de bullying y maltrato en general.
– ¿Qué signos de alerta deben considerar los padres y educadores sobre la salud mental de niños y adolescentes?
Según los trastornos mentales o problemas emocionales pueden existir diferentes señales de alarma, pero además una de esas señales, sobre todo en adolescentes, puede indicar un proceso normal de cambio, no necesariamente un problema de salud mental. Por eso el diagnóstico debe realizarlo un profesional.
A modo de ejemplo y de forma genérica podemos alarmarnos si se producen algunas de estas señales y no desparecen en un tiempo:
– Tristeza persistente que dura dos semanas o más
– Retirarse de las interacciones sociales o evitarlas, sobre todo aquellas que le resultaban positivas
– Autolesionarse o hablar de hacerlo
– Hablar de forma caótica, comentar alucinaciones o delirios
– Hablar sobre la muerte o el suicidio de forma reiterada
– Irritabilidad extrema, conducta violenta y fuera de control
– Cambios drásticos del estado de ánimo, del comportamiento o de la personalidad sin que medie algún acontecimiento significativo
– Obsesión por el peso o por la imagen corporal
– Cambios en los hábitos alimenticios
– Cambios en los hábitos de sueño, dificultad para dormir o una excesiva necesidad de dormir
– Dolores frecuentes de cabeza o de estómago, palpitaciones, sudoración excesiva, dificultad para respirar o para relajarse
– Dificultad para concentrarse, desmotivación, cansancio constante, pérdida de interés por temas que antes le resultaban interesantes
– Cambios bruscos en el rendimiento académico y/o no querer ir al colegio